Una casualidad única especial y mágica ha traído hasta mi a alguien desconocido que ha aportado luz a un pasillo de una casa encantada, donde nada era lo que parecía, como en un cuento malo de terror.
Y esta nota es mi homenaje a ese descubrimiento en forma de persona, usando su frase, la frase que me dijo.
Esto tan etéreo tiene una explicación mucho más real que la que yo quiero contar.
La vida te sorprende, a veces te engaña y otras te premia: te vende sorpresas aparentemente gratas en forma de lingotes de oro, que se convierten en fardos de paja; descubres valientes, que se tornan en lacayos de la nada, y conoces estas historias de personas que la realidad transforma en dramas, que se repiten encadenando paranoias que repiten hasta el infinito, convirtiendo su existencia en una gran mentira, fingida, que repercute en su salud física y en su estabilidad emocional.
Cuando veas o sientas que algo no es como debe ser, es que no es.
No existe el milagro, ni existe el trovador, ni existe la inocencia de acción, solo existe el poder de manipulación, las personas souffle que te marean, hasta que descubres el juego, que no es otro que la propia mediocridad del no reconocer la desidia de los errores acumulados, las vidas equivocadas y esa falta de valentía para producir cambios, que modifiquen el destino de estos, siempre errados, incapaces de encarrilar seriamente su vida, mientras van inventando ilusión de quita y pon, como si fueran tiritas, en forma de personas, y que hacen que, este tipo de personas, casi siempre encantadoras, sean maquiavelos que chupan de la energía de otros para nutrir sus carencias personales.
Cuando te encuentres con uno de estos seres, peligrosos por su poder de abducción y su verbo fácil, analiza sus extrañezas, porque suele ocurrir que, por desgracia, no es oro todo lo que reluce.
