Sonríele a la vida

Sonríele a la vida

miércoles, 30 de junio de 2010

Incomprensión.

A veces ocurre que cuanto mas vives y cuando la vida te enseña a través de la experiencia  caminos y dones desconocidos, te encuentras con que la incomprensión es una barrera insalvable , imposible, inviable.. y esa muralla tan grande como la de China hace que se tornen en imposibles caminos que a priori deberían ser  cómodos y fáciles.
A veces tener el listón de vida tan alto en exigencia hacia los demás nos convierte en seres intratables por desconsideración a la vida y la opinión de los otros. a sus razones y libertad.

 Todo en mí deja su huella, deja huella lo maravilloso y positivo,  los afectos y la suerte que regala la vida...  al mismo ritmo que la experiencia dolorosa, el sufrimiento, la decepción el fracaso y la maldita incomprensión. Esa sensación imposible de que,  aunque hables mil horas sin descanso la otra persona no quiere saber ni entender ni aceptar qué dices, no sabe interpretar en su justa medida lo que necesitas explicar; tu postura de vida, tus necesidades preferencias y negaciones.
Es una desgracia que nos negemos a mirar de frente la vida que nos toca, a asumir nuestros errores como huellas pasadas que han arañado la trayectoria de nuestro camino., como parte del precio a pagar.; para así adoptar el traje de realidad que nos devuelva la humanidad perdida en el camino del exito.

El camino de la exigencia por decreto , ese camino que lleva a la incomprension sin otro camino de vuelta atrás.

Es algo especial entenderse en el idioma de los sentidos, en la expresión no verbal. Es maravilloso poder encontrar a alguien que sepa cuando estas a punto de tirar la toalla, que la tristeza te mata, que no hay palabras para explicar los mundos que te separan, capaz de determinar que se ha pasado el tiempo, la oportunidad y el camino toca a su fin cuando ya nadie quiere caminar por allí... cuando muere la ilusión.

Tenemos que saber renunciar al imposible, dejemos de empujar, dejemos de pedir tanto a los demás, que los lacayajes tienen su tiempo y su punto final; no creamos ser siempre poseedores de la verdad absoluta de las razones superlativas, del derecho al atropello por derecho.
Porque puede ser que te lo aguanten eternamente o puede ser que...  un buen día, una buena mañana la vida se gire sobre si misma y ya no tengas pedestal donde soltar el discurso de la incomprensión egoísta porque tal vez una día no haya nadie para escucharlo... .
¡Nunca seremos más jóvenes que hoy,
ni estaremos más vivos!

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